miércoles, 21 de mayo de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 10

Mucho antes del amanecer la actividad comenzó en el castillo de Deimon. El día anterior se había acordado salir al alba y aún faltaban poner a punto unas cuantas cosas. Sena se despertó bastante pronto o eso podría decir si hubiera conseguido dormir algo en toda la noche. Al escuchar actividad en el castillo decidió levantarse de la cama y comenzar a prepararse. Mientras se ponía en marcha sólo podía pensar en una cosa: Shin. No sabía a qué iba a enfrentarse ni cómo lo haría, pero lo que si sabía es q no estaría solo. Sus amigos y compañeros de equipo estarían allí para ayudarle a cumplir su misión, sin olvidarse de que también estarían con él los caballeros de Oujo.

Cuando fue a buscar su ropa, se la encontró lista encima de una silla: Ropa ligera y una cota de mallas completa. Junto a la silla con la ropa, había una armadura de color rojo que brillaba como una piedra preciosa. Sena sonrío algo triste ante ella, no se estimaba digno de llevarla. Aquella armadura fue de su padre. Su padre murió cuando él era muy pequeño. En uno de los últimos asaltos que Hiruma hizo al castillo antes de que lo encerraran, el padre de Sena murió protegiendo el castillo. Una muerte digna de un héroe. Aunque el padre de Sena era de corta estatura pero fue un hombre fuerte, sabio y justo; cosas que su hijo esperaba lograr algún día pero que sabía que nunca lograría si se pasaba la vida pegado a las faldas de su madre. Era hora de empezar a volar solo, por muy peligroso que fuera y hacerse digno de llevar la armadura de su padre.

Se fue vistiendo y logró ponerse correctamente la cota de mallas y también los guanteletes, las canilleras y las perneras de la armadura pero las protecciones que le cubrían de cintura para arriba eran otra historia.

"Majestad, debéis comenzar a preparaos para partir y..."

Monta irrumpió en la habitación para despertar a su señor y le sorprendió bastante el encontrarlo con la armadura a medio poner y casi haciendo malabares para poder sujetarla. No pudo hacer otra cosa más que sonreír y acudir en "auxilio" del príncipe.

"Va a ser la primera vez que salís del reino, debéis tener muchísimo cuidado, majestad."

Sena se sonrío. Monta estaba preocupado por él no sólo por ser el príncipe del reino, sino también porque ha estado junto a él desde que ambos eran pequeños e incluso ambos están en el equipo de fútbol americano. Su amigo siempre insistía en tratarlo de usted y con todo el respeto que merecía su rango como príncipe. Aunque a Sena no le gustara demasiado por esta vez prefirió dejarlo pasar.

"No te preocupes Monta, iré bien acompañado y cueste lo que cueste volveré aquí con Shin. Quiero que lo conozcas y que podamos jugar un gran partido de fútbol americano todos juntos."

Aquellas palabras sacaron una sonrisa en los rostros de ambos jóvenes. Parecían las palabras de un niño ilusionado que va a recoger a un amigo de otra ciudad, algo muy lejano a la realidad. Realmente iba a enfrentarse a un terrible enemigo por salvar a la persona que más quería, poniendo en juego su vida. Cuando estuvo listo, tomó el casco de la armadura escarlata y se dirigió a la puerta de la muralla del castillo. Ya estaban todos los de Oujo allí.

"Sena, espero que no nos vuelvas a hacer madrugar tanto en tu vida..."

FIN

P.D.: Lo sé, lo sé, merezco la MUERTE por haberlo dejado colgado tanto tiempo y demás, pero en serio que no me salí ni una jodida letra, así que espero que la inspiración vuelva a mí pronto, aunque sea después de selectividad.

sábado, 17 de mayo de 2008

Raro de cojones

La tarde de hoy está siendo rara de cojones, al menos en referencia a lo que suelen ser mis tardes de sábado. Para empezar, me he quedado en casa estudiando arte (unas tres horas con el culete pegado al asiento). Diréis "es normal cuando la gente tiene exámenes y esas cosas" y os doy toda la razón del mundo pero lo que es en mí, no lo veo normal. Normalmente habría estado estudiando por la mañana para por la tarde poder ir a mi bola y esas cosas, pero no he tenido ganas, la verdad.

Incienso, mi música preferida de fondo y una gran taza de té, eso sí es normal. Lo raro ha venido cuando he terminado de estudiar. Al ir a buscar el incienso en uno de los cajones de mi mesa, me he dicho "Dios, esto necesita que lo ordene pero a la de YA", así que en cuanto he terminado de estudiar, a ello me he puesto. Esto también es bastante extraño, porque normalente el desorden ordenado (que tengas todo desordenado pero sabes donde está lo que buscas) es algo que no me desagrada. Cuando he empezado a sacar las cosas de los cajones, he visto cosas de las que no me acordaba y que me han hecho evocar muchísimas cosas, algunas agradables, otras tristes y otras de sabor amargo. Y sí, otras tantas que lo único que me daban era vergüenza y sensación de ridículo XD. Pero la sansación que se me ha quedado, es un amargo sabor de boca. No se le puede llamar tristeza, es amargor.

Hace tiempo, más o menos cuatro años, hice una promesa con mi por aquel entonces mejor amiga. Nos podíamos pasar horas y horas hablando, ríendo, hacíamos planes, muchas cosas juntas, aun llendo a institutos diferentes. Nos prometimos que aunque tuvieramos novio y pasara lo que pasara nuestra amistad sería lo más importante. Al tiempo ella dejó a su novio y empezó a salir con otro chico y cada vez la veía menos y menos, hasta el punto en el que durante más de año y medio no supe nada de ella hasta que me llegó un mail de su novio dándome las gracias por haber insistido en contactar con ella. De eso harán unos dos años y pico.

Debido a una serie de problemas personales y familiares estuvo muy deprimida y no tenía demasiadas ganas de nada. No la culpo en absoluto, pero creo que si realmente éramos tan buenas amigas podría haber tenido la confianza suficiente en mi como para pedirme ayuda de la forma que fuera. Eso me dolió cuando me enteré de todo lo que pasó, pero no la culpo. Desde entonces la habré visto unas cuatro o cinco veces. La volví a ayudar cuando volvió a tener problemas, como pensaba que era mi deber ya no hacia ella, sino hacia mi misma por la amistad que tenía con ella. Las cosas volvieron a su cauce y al igual que la primera vez, cuando todo volvió a irle bien, volvió a desaparecer y ya si que no he vuelto a saber más de ella.

Cuando he visto las fotos que tengo con ella, me he quedado con un sabor muy amargo, me he sentido algo triste y utilizada, la verdad. La vida sigue y cada cual toma su camino. Yo sigo el mío, pero he decidido dejar totalmente de intentar rastrear el suyo, se acabó. Si vuelvo a verla, no voy a dejar de saludarla ni nada de eso pero si ella quiere algo, tendrá que venir a buscarlo porque ya me he hartado de ir detrás y creo que ahora debería centrarme en otras cosas, como aprender a confíar en otras personas de la misma manera que llegué a confíar en ella.

Ahora simplmente estoy buscando algun programa que quiero probar, me pondré a jugar o a hacer lo que sea mientras espero, como si nada hubiera pasado, porque después de este tocho ya no siento nada en especial.

Una tarde rara de cojones.

jueves, 1 de mayo de 2008

Los versos malditos - Oneshot IorixKyo

"Maldito sea tu rostro,
malditas sean tus palabras,
malditos sean tus labios;
con ellos me envenenaste
el alma y el corazón."

Unos cabellos castaños mecidos por el suave viento, unos ojos marrones que refulgían como el mismo Sol, unos labios desafiantes, envenenados, pero que también sabían ser dulces y suaves, un cuerpo joven, lleno de vida, moldeado por años de duro de entrenamiento para tu lucha final conmigo... Piezas que encajan formando el apolíneo puzzle de tu ser: Kyo Kusanagi.

"Maldito sea el Sol
que cegó mis ojos
y calentó mi corazón.
Maldito sea tu canto de sirena,
que llenó mis oídos
y mi alma embaucó."

No recuerdo cuándo llegué al punto en que tu presencia me era tan necesaria como el aire que respiro. Te provocaba para tan sólo oír mi nombre de tus labios, peleaba contigo como excusa para rozar tu piel, te perdonaba la vida para verte de nuevo con la excusa de herir tu orgullo en lo más profundo. Escudos, excusas y mentiras. El guión de un teatrillo a medio escribir y del que no podía vislumbrar un final, sólo un encuentro tras otro, un laberinto circular que no me cansaba de recorrer una y otra vez, del que no quería escapar pero en el que sí quería adentrarme en un pasadizo aún más profundo, deseaba sin darme cuenta adentrarme dentro de ti.

"Maldita sea tu dulce prisión carnal,
donde me diste el amor que me fue
siempre negado.
Malditas sean tus dulces caricias,
con las que ataste mi alma a tu lado."

No tardaste demasiado en cansarte de tu eterno papel de héroe asediado por la purpúrea oscuridad. Decidiste que querías tomar las riendas de tu propio destino. Decidiste que no querías volver a enfrentarte a mi sino era dentro de un torneo. Adiós y buena suerte. Pero por qué, ¿por qué demonios tenía que ser yo solamente quien sintiera la falta del otro? ¿Por qué nuestro destino ha de ser el de nuestros astros símbolos? Tú eres el Sol: radiante, hermoso, cálido, deslumbras con tu sonrisa. Yo soy la Luna: dueña de las tinieblas, fría, hermosa para los solitarios, mi sonrisa sólo trae miedo. La desesperación se apoderó de mi y salí a buscarte por toda la ciudad. Recorrí centenares de calles sin resultado hasta que al fin te encontré. Estabas con tu prometida, esa Yuki Kushinada.

"Maldita sea tu sonrisa,
que con ella a todos nos engañas.
Maldita sea la llave de tu corazón,
que no quiere ser encontrada.
Maldita sea tu alma de héroe
intentando que la gente no sufra por nada."

La vista de aquella escena había hipnotizado mi mente y poco a poco iba destruyendo mi corazón. Ambos sentados en un banco, charlando. Ella está feliz y tu le sonríes. Se acerca poco a poco a ti, busca tus labios. La tristeza quería desatarse en un torrente de lágrimas pero me resistí. Ella se aproxima más y más pero finalmente vuelves el rostro con expresión triste. No sé si ella se quedó más sorprendida que yo ante el rechazo. Parece preocupada por ti, tu niegas con la cabeza, dices algo, se levanta del banco, te grita, contestas, te da una bofetada y se va. Me quedé atónito ante semejante escena. ¿La pareja del año discutiendo? Aquello parecía una señal apocalíptica. Tú simplemente te quedaste sentado en el banco, mirando el claro cielo de la tarde. Ignoro cuánto tiempo me quedé embobado mirándote pero cuando te levantaste y caminabas recto hacia mí me invadió un temor extraño, un sudor frío inexplicable, como un espía apunto de ser descubierto, pero si no te hubieras chocado contra mí en tu ciego caminar, dudo mucho que hubieras advertido ni la presencia del mismo Orochi.

"Malditas sean tus lágrimas,
con ellas rendiste a ti mi voluntad.
Malditos sean aquellos momentos
que contigo decidí pasar."

Te vi triste pero no roto, más bien desencantado de todo. Tu reacción al verme me dejó frío. Un vago "Yagami, hoy no tengo ganas de pelear, así que si te place mátame aquí mismo" salió de tus labios. Quise darle un puñetazo para intentarlo despertar, pero opté por otra vía más pacífica, lo invité a venir a mi apartamento para charlar un rato: No era el mismo Kyo de siempre y quería saber por qué. Simplemente asentiste y me seguiste. Demonios, parecías abatido, pasabas de todo y la expresión de tu cara no precisamente halagüeña.

"Malditas sean tus promesas,
frágiles como el cristal.
Malditos sean esos "Te quiero"

que no olvidaré jamás."


En mi apartamento te planté un Jack Daniels con hielo y te pregunté que era lo que te ocurría. Miraste el vaso y suspiraste quedamente antes de hablar. Decías que estabas hastiado de la vida, de la rutina, de que todo el mundo te dijera qué debías hacer por mucho que lucharas contra ello y que incluso algunas veces esperabas verme aparecer por una esquina, te retara a muerte y finalmente te arrebatara la vida. Ciertamente, no podía creerlo. El resplandor de tus ojos y la calidez de tu sonrisa se habían apagado. Irradiabas frío, como un niño que está triste cuando ha perdido a su mejor amigo. Cuando quise darme cuenta te estaba abrazando contra mi pecho mientras tú llorabas. Entre sollozos pedías que te diera muerte, que no lo aguantabas más pero yo no podía. No podía sacar del mundo terreno a quien ocupaba mis pensamientos ya no por obsesión, sino por algo más profundo: amor. Me había enamorado de mi peor enemigo sin darme cuenta, pero ya no me importaba. Verlo en ese estado me quebraba el alma. Levanté suavemente el mentón del castaño para poder mirarle a los ojos. "Kyo, yo ya no quiero tomar tu vida." Fueron las palabras que afloraron de mis labios, antes de unirlos a los tuyos.

"Te maldigo y te maldigo,
una y mil veces lo haré."


Te quedaste muy parado unos instantes pero no tardaste mucho en corresponder mi beso. Te movías con timidez, tan dulce y adictivo. Nuestros labios se separaron y volvimos a abrazarnos. Ya no llorabas pero no quería soltarte, temía que fueras a quebrarte como un fino cristal, así que esperé hasta que tú decidieras moverte. Dejaste mis brazos para beberte de trago el Jack Daniels y te quedaste mirándome, como pensando qué decir. Tras un buen rato preguntaste si te podías quedar conmigo un tiempo y yo acepté. Estaba sorprendido, MUY sorprendido.

"Maldigo nuestros amaneceres,
donde en tus ojos vi el Sol.

Maldigo nuestras noches,
donde me arropaste con tu amor."

El tiempo fue pasando y poco a poco recuperaste tu espíritu y alegría a la vez que yo me gané tu corazón. En tu anterior entorno no podías ser tú mismo, siempre teniendo que responder a las expectativas de los demás. Yo te ofrecí libertad, una vida en la que de ti no se esperaba nada más que estar vivo. Tantos besos, tantas noches de pasión sin freno, tantas sonrisas, tantas promesas a la eternidad que terminaron en un mar de lágrimas. Llevábamos tres meses juntos cuando la realidad que me ocultabas terminó estallando delante de mí.

"Maldigo tu cobardía
por no querer hablar.

Maldigo tu cobardía
al querer dejarme sin saber."

De repente empezaste a escupir sangre, quise llevarte al hospital pero no querías, que en cuanto pasara el dolor, me explicarías. Cuando estuviste más calmado me contaste que, así como el poder de Orochi puede consumir a sus poseedores, aunque era poco frecuente, con el poder de los Kusanagi podía suceder lo mismo. No me lo podía creer. No quería creerlo. Una vez más nuestro pasado se antepuso a nuestro presente. Te disculpaste por haberme hecho promesas sabiendo que no las podrías cumplir pero que no querías hacerme daño, esperabas poder esconderlo hasta el final. Te abracé, no pude hacer más que abrazarte entre lágrimas. No quería perderte ahora que éramos felices, pero no había manera de detener aquello. Consultamos a tu padre, a Kagura, a mucha gente, pero nadie tenía una solución.

"Maldita sea la Luna,
símbolo bajo el que nací.
Maldito sea el Sol,
que te está apartando de mí."

Tu estado fue empeorando hasta que quedaste postrado en una cama, mirándote dormir con la duda de si al día siguiente volverías a abrir tus ojos. Ahora no sólo eran las hemorragias, sino también un intenso dolor lo que te atormentaba. No podía soportar el verte así, hubiera dado mi vida si con ello hubiera logrado salvarte. Hubo un día en el que ya no despertaste, el día en que el Sol te apartó de mí para siempre. Desde entonces ya no veo amaneceres, pues toda la luz que mis ojos veían, procedía de ti.

"Maldito sea mi corazón
por haberte amado.
Ahora sólo queda angustia
y dolor por lo pasado,

un doloroso vacío,
un espíritu desgarrado."

FIN


P.D.: No os preocupéis, que no he dejado de lado "Al rescate de mi príncipe" pero he tenido una volada de inspiración en plan angustia y de ella ha salido esto. A disfrutar ^^.