jueves, 26 de agosto de 2010

Noches de fuego – Hyoga x Shun

Por mucho que el caballero del Cisne lo intentara, llevaba varias noches igual… Desvelándose en la madrugada, cubierto de sudor, jadeante, con la sensación de haber vuelto del infierno, pero sin sentir allí el castigo de los pecadores. El infierno de sus sueños, tenía ojos y cabellos esmeraldas, piel clara, casi prístina, pero tan ardiente como un volcán. Ni siquiera el sumergirse en el mar de Siberia conseguiría calmar semejante calor.

Ya hacía tiempo que las batallas habían cesado, por lo que ahora todos podían llevar una vida más tranquila, dedicada un poco más a ellos mismos, aunque sin desprenderse del todo de su pasado. Salvo Shiryu, que se fue a vivir a China con Shunrei, e Ikki, quien viajaba constantemente por todo el mundo, tanto Seiya como Shun y Hyoga decidieron quedarse en la Mansión Kido. A Saori le gustaba tenerlos cerca como amigos y ayudarlos en esa nueva etapa de su vida, a la que parecía que todos se habían conseguido adaptar muy bien. Shiryu se convirtió en profesor de mitología china en la universidad de Hong Kong, Ikki iba de un lado a otro inspeccionando competiciones de artes marciales, Seiya pasó a ser el guardaespaldas habitual de Saori, Hyoga consiguió llegar a ser actor y modelo, ganando fama rápidamente en el país, sobretodo entre el público femenino, y Shun, siempre tan preocupado por el bienestar de los demás, entró rápidamente como embajador de la Fundación en cuestiones humanitarias. Siempre que hubiera una gala a favor de los más necesitados o un viaje que hacer a algún país pobre, allí estaba él. La vida les sonreía bastante y, aunque estaban juntos tanto como podían, no siempre les resultaba suficiente, sobretodo para el joven ruso.

Había tenido demasiado tiempo para pensar en si mismo desde el último combate, planteándose qué debía hacer y como se sentía respecto a su vida. El nombre del caballero de Andrómeda salía con demasiada frecuencia al intentar ordenar sus pensamientos, pero no lo podía evitar. Su cosmos era tan cálido como su sonrisa, digna del ser más hermoso jamás conocido. Deseaba que esa luz que despedía, brillase sólo para él, conocer su corazón mejor que nadie y disfrutar de la calidez de su cuerpo como ningún dios ni mortal había hecho jamás. Lo amaba hasta el punto de la locura, pensando en él cuando tenía que hacer alguna escena romántica, haciendo que todo el que lo veía se preguntara cual era la fuente de aquella pasión y romanticismo tan maravillosos de los que siempre hacía gala.


Llegaron las vacaciones de Navidad y los cinco volvieron a reunirse bajo el techo de la mansión junto con Saori, trayendo siempre buenas noticias, como el embarazo de Shunrei, quien daría a luz en marzo a un vigoroso niño, que no hacía más que moverse en el vientre de su madre. La noticia les llenó de felicidad a todos. Se consideraban todos hermanos, por lo que la noticia pronto les puso a pensar cuantísimo lo mimarían entre todos como buenos tíos, haciendo reír a los padres. Hyoga no pudo evitar imaginarse a Shun con un bebé en los brazos, con esa misma sonrisa tierna que luce siempre que va a visitar a los más necesitados y que consigue hacerlos sonreír. Rojo como un tomate, fue rápidamente al jardín a tomar un poco de aire. A nadie le extrañó demasiado, era normal que le gustara el frío del invierno, aunque el peliverde creyó ver algo más antes de que se fuera… sus mejillas estaban muy rojas. ¿Estaría pensando en tener un niño con una mujer? Era un actor famoso después de todo y las fans le llovían allí por donde pasaba. Seguro que había encontrado entre ellas una lo suficientemente hermosa. Soltando un suspiro, meneó suavemente la cabeza para sacarse esas ideas de la cabeza, volviendo a su habitual sonrisa, diciéndose a si mismo que era imposible que las cosas fueran de otra manera, por mucho que le doliera.

Pasaban las horas y, al ver que no volvía, decidió salir a buscarlo junto con Seiya, tomando cada uno una dirección. Cuando casi se había dado por vencido, un ruido entre dos árboles le llamó la atención. Procuró avanzar despacio y sin hacer casi ruido. No sabía si podría ser una persona o un animalillo nocturno. Para su sorpresa, encontró a quien estaba buscando, echándose una placentera siesta entre dos árboles. Avisó al caballero de Pegaso con su cosmos para que todos estuvieran tranquilos y volviera a casa, que ya se encargaría él de todo. Tenía un tan aspecto dulce e inocente hechizado por Morfeo… Se sentó al lado suyo, moviéndolo suavemente para despertarlo, aunque con un resultado bastante distinto al esperado. El rubio lo había abrazado, derribándolo y pegando su cuerpo al suyo, con sus rostros a escasos centímetros. Quería liberarse pero, aquello era tan parecido a lo que tanto había deseado, que se quedó unos instantes más en la misma postura, sucumbiendo a la tentación de sus labios, carnosos y cálidos. Los saboreó con suavidad, dejándose llevar por su propio deseo, sin darse cuenta de que estaba siendo correspondido, abrazado ahora por la cintura, y que el dueño de esos labios, estaba bien despierto, casi sin poder creérselo. Cuando el beso terminó, antes de que Hyoga pudiera articular palabra, Shun se disculpó por lo que había hecho, pues no sabía si se sentía como él, pero llevaba tantos años con ese sentimiento a la espalda que no pudo resistirse más ante la situación.

Dispuesto a morir o perderlo para siempre, esperó con los ojos cerrados una respuesta, que llegó en forma de un nuevo beso. Pasaron un rato sumergidos en la tranquila lucha de sus labios, abrazándose como si estuvieran en un sueño y no quisieran despertar, dejando despertar libremente sus cuerpos entre caricias todavía inocentes, aunque pronto se fueran haciendo más pecaminosas.


“Hyoga… Vamos a mi habitación, a la tuya, al fin del mundo si quieres, donde podamos estar juntos..."

Aquellas palabras, susurradas en su oído con desesperada lujuria lo hicieron detenerse. Por lo sorprendente de escucharlas de sus labios y su propio deseo de hacerlas realidad. Quién diría que esas palabras saldrían del joven de orbes esmeraldas en lugar del ruso, más acostumbrado a ese tipo de diálogos. Salió de su abrazo para levantarse y ayudar al otro a hacer lo mismo, acercándolo de nuevo a él para probar de nuevo la dulzura de su aliento. Si aquello era un sueño, deseaba no despertar jamás, aunque mil batallas dependieran de él. Caminaron de la mano hacia la mansión, en silencio, hasta que Hyoga se atrevió a romperlo.

“Shun, ¿desde cuándo? ¿Cómo? Es decir…”

Antes de responder, no pudo evitar reírse un poco. Era bastante curioso al ver a tan afamado Don Juan nervioso ante la persona a la que ama. Sentía como si se hubieran vuelto las tornas y el rubio fuera el tímido e inocente chiquillo por el que siempre tuvieron al de ojos verdes. Seguro que ni imaginaban lo que guardaba en su interior, siempre disimulado por una inocente y tierna sonrisa.

“Desde la casa de Libra… En un principio me quedé por ser quien tenía más posibilidades de devolverte al mundo de los vivos sin perecer en el intento, pero en el camino, la angustia de perderte al ver que no despertabas me dejó un dolor muy profundo en el pecho del que hasta ahora no me he podido deshacer. Siempre he querido pensar que se trataba del cariño que siempre os he tenido a todos como hermanos más que compañeros de armas, pero en tu caso era diferente… Cada vez que sabía que ibas a pasar fuera una temporada o que salía alguna noticia relacionándote con alguna mujer, me sentía a morir, como si me arrancaran algo del pecho, aunque soy realmente feliz ahora que sé que no he perdido nada, sino al contrario.”

Aquella confesión lo dejó sorprendido… ¿De veras hacía tanto tiempo que se sentía así? ¿Cómo podía no haberlo notado aun cuando todo había terminado? Demasiado ocupado negándose a si mismo lo que sentía como para darse cuenta de lo demás.

“Siempre me consideré en deuda contigo por lo de la casa de Libra pero jamás fui capaz de acercarme a agradecértelo como es debido. Siempre que lo intentaba había algo dentro de mí que me impedía acercarme. No sabes cuanto temí no volver a verte cuando Hades tomó posesión de tu cuerpo. Aun después de eso, siendo consciente de lo que sentía, no era capaz de decírtelo por ese mismo miedo a perderte. Te he visto sonreír tantas veces mientras has hecho feliz a otros, que…”

Sus palabras se vieron interrumpidas por un dedo sobre sus labios. Era la señal de que habían llegado a la mansión, donde ahora todos dormían. Se encaminaron en silencio a la habitación del ruso, cerrando tras de si la puerta con silenciosa prisa, arrinconando contra ella a su ángel de cabellos verdes, besando sus labios con prisa, desabrochando su camisa con la rapidez del ansia por conocer la suavidad de su piel, casi arrancándose mutuamente las prendas que cubrían su piel, molestas ante el ansia de descubrir aquello que cubrían. Cada centímetro de piel desnuda era explorado con auténtica fascinación, impulsados por un amor recién liberado de su triste veneno, levantando el vuelo con alas de ardiente pasión. A lo largo de la noche, los cuerpos se unieron en la más hermosa de las danzas entre delirios de deseo, dejando una marca imborrable en sus corazones.

El sol los sorprendió abrazados. El ruso fue el primero en despertar, extrañado por el peso de algo que no le permitía moverse con libertad, sonriendose por haber pensado que lo sucedido la noche anterior había sido un sueño cuando vio a su ángel esmeralda en medio de un plácido sueño. El ruso retiró su brazo con cuidado de no despertarlo, deleitandose en silencio con la hermosa visión que tenía frente a él, lleno de calmada belleza, ni siquiera rota en el momento de despertar. Con una sonrisa en los labios de ambos, volvieron a abrazarse, acurrucándose Shun en el pecho de su amor.

“Buenos días, Shun...”

Un perezoso ronroneo salió de su garganta, haciendo sonreír al rubio. No se imaginaba que el peliverde fuera despertar lento, aunque teniendo todo el día libre por delante, no iba a meterle prisa alguna.

“Sólo un ratito más… Se está muy a gusto...”

Y desde luego, no iba a ser capaz de negarse con una petición como esa. Además, a él tampoco le vendría mal descansar un poco más. Había sido una intensa noche, de mucho fuego. Aunque al final, las llamas no fueron las del infierno.




P.D.: Sí... Ya sé que ha quedado un poco "junto a estos dos porque yo lo valgo, pero mucho tiempo libre y el novio lejos hace que el romanticismo sea menos complejo a la hora de escribir :P