martes, 23 de septiembre de 2008

Cuando el Hielo quema como el fuego - Oneshot Saint Seiya: Milo x Kamus

Hoy como tantas noches desde que te fuiste, Morfeo me niega su dulce abrazo. Hoy no quiere que me encuentre contigo en su reino. Cuan caprichosos pueden ser los dioses, tanto o más que los humanos. Pero todavía queda un lugar en el que puedo encontrarte. Salgo de mi casa, el templo del escorpión, para buscarte en el firmamento. Esta noche estoy de suerte: cielo despejado y luna llena. No me cuesta trabajo encontrarte pero tampoco me importaría pasar mil años buscando en el cielo para dar contigo. Ahora tengo frente a mis ojos la más bella y brillante de todas las constelaciones: la del signo de acuario. Mis ojos quieren humedecerse, pero frente a ti me mantengo firme. No quiero romper la promesa que nos hicimos la noche de antes de la batalla de las 12 casas. Guardaríamos las lágrimas para la alegría del reencuentro tras la contienda contra los caballeros de bronce. Fuimos unos ilusos al confiarnos tanto de nuestro rango y poder y el precio que pagamos fue muy alto, sobretodo tú.

Cuando Saori Kido nos fue recogiendo en nuestras casa para plantar cara a la raíz del mal en el Santuario tuve la esperanza de poder encontrarte con vida o de que ella pudiera hacer algo por ti. Desde que dejé de sentir tu cosmos estaba hecho un manojo de dudas y de emociones que sólo conseguía ocultar, pero no ordenar. Cuan grandes fueron mi dolor y mi sorpresa al encontrarte muerto. Saori consiguió reanimar a su caballero del cisne, pero no consiguió reanimarte a ti. Hubiera preferido quedarme contigo, abrazarte por última vez, pero aquello hubiera sido algo que ni tu me hubieras perdonado. Siempre te has tomado muy en serio tu deber y has cumplido tus tareas con entereza y calma. No podía faltarte el respeto a ti ni tampoco a la reencarnación de Nuestra Señora Atenea. Nunca odié a tu discípulo por acabar con tu vida, al contrario, le estoy cogiendo cariño, como si fuera el mío. Me recuerda bastante a ti. El mismo porte elegante y frío que oculta una cálida sonrisa y un corazón de oro. Nunca podría odiar a alguien así y a ti tampoco te gustaría que lo hiciera,¿verdad? Llevó su misión hasta el final, teniendo que matar incluso a su querido maestro y esa es una carga que todavía hoy se le hace algo pesada, por muchas lágrimas que haya derramado entre rezos por tu alma.

A quien nunca perdonaré es a Saga. Por culpa de su debilidad y su maldita sed de poder te perdí. ¡Si ese maldito bastardo no hubiera sido tan débil todavía hoy estarías aquí! Aunque en sus últimos momentos de vida su espíritu se serenase y nos pidiera perdón desde lo más hondo, nunca le perdonaré. No puedo perdonar a quien me ha arrebatado lo más querido para mí en este mundo.

Desde que llegué al santuario y te vi por primera vez había algo en ti que me fascinaba. Tu esfuerzo, tu seriedad, tu entereza, tu belleza... un montón de cualidades que hicieron nacer una gran admiración que con el tiempo y la amistad se convirtió en amor, un amor prohibido. Pero tenía miedo de decírtelo, de que aquello pudiera ser el principio del fin de nuestra amistad y decidí callar, consolándome a mi mismo sabiendo que como amigo podría estar siempre a tu lado. Una tranquila noche de verano e las que solíamos caminar por los alrededores del santuario me preguntaste como podría definir el amor. La pregunta me sorprendió y decidí contarte como me sentía.

"El amor es algo que se queda en el pecho, que muere por querer vivir y nos enferma para que alguien nos cure... Como si tuvieras en la mano un pedazo de hielo, te estuviera abrasando y no lo soltaras porque el agua que deja al derretirse alivia tu dolor."

Me miraste pensativo, analizando mis palabras una por una en tu cabeza antes de soltar una tremenda conclusión. No sé cuantas veces di gracias a los dioses por cubrir mi sonrojo en la oscuridad.

"Entonces, ¿estás enamorado de alguien?"

Neutro, limpio y tranquilo. El tono de tu voz no dejaba atisbar que podría estar pasando por tu cabeza. Pro un segundo me planteé contártelo todo pero prefería dejar la verdad a medias. Sonreí algo triste y cabizbajo porque si te miraba a los ojos, esa pareja de profundos y puros zafiros, no me podría controlar.

"Nunca fallas. Estoy enamorado y, aunque sé que nunca voy a ser correspondido, soy feliz estando a su lado como amigo y poder verle sonreír."

Hubo unos instantes de silencio entre nosotros, como si hubiéramos querido dejar pasar tranquilamente a la brisa, sin que nada la molestara. Cuando me decidí a mirarte estabas algo cabizbajo, con una sonrisa triste.

"Espero que hagas entrar en razón a esa persona, porque de verdad no sabe lo que se le puede escapar volando."

Tras aquellas palabras echaste a andar y aunque yo quería salir corriendo tras de ti, mi cuerpo entero estaba en shock. Acababas de confesarme tu amor, algo que jamás pensé que sucedería. Cuando mis piernas comenzaron a moverse corrí como nunca para alcanzarte. Te agarré de un brazo para girarte y estar cara a cara. Aun puedo recordar la fugaz visión de tu rostro sorprendido y cubierto de lágrimas antes de unir tus labios a los míos. No sé quien de los dos estaba más sorprendido por mi repentina iniciativa. Al principio te sentía tímido en mis brazos, pero poco a poco fuiste tomando más parte en aquella unión. Cuando separamos nuestros labios te abracé con prisa. No podía permitir que ahora fueras tú el que se pudiera escapar.

"No te preocupes, no tengo alas con las que volar."

En los meses que siguieron fuimos tan felices... Conociéndonos, descubriéndonos, amándonos. Todos los días tenían un brillante amanecer, cada mirada, cada caricia, cada beso, todo tenía un nuevo matiz que celebrar, avivando un amor cada día más intenso y apasionado. Tantas noches de amor en las que nuestros cuerpos pasaban a ser uno solo, dejando una marca en nuestras almas, una marca hecha con el fuego de nuestras pasiones. Nuestra última noche juntos fue realmente intensa. Sólo queríamos sentir al otro del modo que fuera, darlo todo por nosotros para darlo todo por nuestra causa al día siguiente. Antes de recluirnos en nuestros templos nos prometimos vencer para seguir con esa hermosa vida juntos que habíamos comenzado, pero no pudo ser. Cuando os dimos sepultura todo el Santuario lloró vuestra pérdida e incluso Atenea se encerró en sus aposentos y pidió no ser molestada para rezar por vuestras almas. Quise entrar con ella a rezar, pero su mirada me detuvo. Era una mirada de compasión y dulzura sin igual, tranquilizó mi espíritu y me hizo retirarme a mi templo.

Cuando pasé por el templo de Acuario vi a tu discípulo a la entrada. Aun con todas sus heridas había salido de la enfermería y se había arrodillado a rezar en la puerta. Lleno de vendajes y con un precioso rosario en las manos, rezaba entre un mar de lágrimas. Me senté a su lado para orar con él. Hicimos lo mismo durante varias semanas, siendo ambos conscientes de lo que había significado tu perdida para el otro.

A mi ahora ya sólo me queda encontrarte en mis sueños o en noches estrelladas como la de hoy. De ti guardo recuerdos en mi memoria y un tatuaje grabado a fuego en mi corazón.

P.D.: Sí, lo sé. Tengo que continuar con el fic de Eyeshield21, pero mi coco ha querido terminar este primero, pero sigo con el otro también ^^