martes, 26 de febrero de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 8º

Por fin pudo salir de aquella habitación. Ya había dejado al príncipe de Oujo tal y como Hiruma quería: atado de pies y manos, desnudo de cintura para arriba y lo suficientemente drogado como para que no pudiera defenderse ni aunque estuviera desatado. Cruzó un largo corredor hasta el dormitorio de su señor.

"Mi... Mi señor... Ya está todo listo."

Hiruma sonrió ampliamente, igual que un niño en Navidad.

"Jejeje... Procura no estar demasiado lejos, cerdito. Quiero que limpies la habitación y dejes a nuestro invitado donde estaba antes en cuanto termine de jugar con él."

El sirviente no pudo más que asentir y dejar pasar a su amo, quien entró a la habitación, cerró la puerta de un golpe y se encontró muy satisfecho con lo que había dentro. Y su satisfacción creció mucho más al ver que su invitado ya estaba despierto.

"Yo diría que es cosa del destino, ¿no crees? Justo te despiertas cuando va a empezar la diversión, jejeje..."

Shin no sabía muy bien que estaba pasando. Estaba muy débil, no podía moverse y ahora estaba tumbado. Veía al demonio rubio quitarse la camisa negra que llevaba y avanzar hacia él sonriente. Todo le parecía muy extraño pero cuando le dio algo que parecía un beso y terminó como un fuerte mordisco y empezó a recorrer su pecho desnudo con las manos ya supo lo que sucedía. Quería liberarse y no podía. Quería apartar aquellas lascivas manos de largos y finos dedos y no podía. Sólo podía sentir miedo y desesperación.

Mientras recorría los pectorales del príncipe de Oujo, Hiruma pudo sentir su miedo y eso le excitaba mucho. Se puso encima suyo y se acercó a su oído para susurrarle.

"Me estás resultando mucho más excitante de lo que había pensado, musculitos."

Hiruma siguió prodigandole caricias, lamiendo sus pezones, pellizcandolos haciéndole sentir placer a la par que dolor. Shin se sentía perdido. En su mente se maldecía por no ser capaz de hacer nada, pero su cuerpo reaccionaba de manera positiva, calentándose más y más. El demonio rubio fue descendiendo poco a poco por el pecho del príncipe de Oujo, beso a beso, caricia a caricia, recreándose en la sensación de jugar con el cuerpo del joven y en su sufrimiento. Comenzó a acariciar la entrepierna de su cautivo por encima del pantalón. Estaba excitado sí, pero todo es mejorable y lograrlo sería de lo más divertido. Se sacó una navaja negra del bolsillo y con ella cortó las ligaduras de las piernas de Shin así como todo aquello que cubría su anatomía de cintura para abajo. La visión de su prisionero totalmente desnudo, sometido, jadeante entre la suplica por piedad y el anhelo de seguir adelante le resultaban un espectáculo único.

"No se preocupe, su alteza. La diversión no ha hecho más que empezar, jejeje..."

Aquella burla no hizo más que acrecentar la ansiedad por terminar todo aquello de Shin. Intentaba mover las piernas pero la respuesta de su cuerpo se limitaba a un vago temblor. Intentó no mirar, cerrar los ojos, pero aquello no servía más que para acrecentar la sensibilidad de su piel. No iba a rendirse a los deseos del diabólico ser, por mucho que le costara. Aunque su cuerpo respondiera a aquella tortura. Sin ya más dilación Hiruma decidió centrarse en el miembro viril de su invitado. Primero lo acariciaba de arriba a abajo, despacio y luego un poco más deprisa, apretándolo en la palma de su mano un poco más. Shin se contenía todavía bastante bien, sin dejar que de su garganta saliera ningún lascivo gemido.

"Conque esas tenemos, valiente... Muy bien, veremos si sigues haciendo voto de silencio."

Hiruma le vendó los ojos, le separó las piernas e introdujo el miembro del prisionero en su boca. Un gemido saltó de la boca del cautivo. Perfecto. El demonio rubio paseó su lengua por toda la erección de Shin, introduciéndolo y sacándolo de su boca, tomando por sorpresa al príncipe de Oujo, quien se deshacía poco a poco en gemidos de placer. Aquello era música para los oídos de Hiruma y quería que aquella sinfonía siguiera sonando así que le regaló una trabajada felación al artista, para que siguiera interpretándola hasta que cayera exhausto. El prisionero no cabía dentro de sí del placer que sentía en ese momento. La humillación y el dolor fueron poco a poco alejados por un intenso placer que lo inundaba todo. El placer crecía y crecía hasta que llegó a un punto crítico en el que su intensidad explotó. Hiruma retiró sus labios del miembro de Shin y le besó de manera profunda, explorando el interior con su lengua, haciéndola suya y dándole a probar el sabor de su propia esencia.

Hiruma terminó de desvestirse. Su cuerpo era hermoso, fino, músculos formados en su justa medida, piel de porcelana y ávido de placer. Una lástima que Shin tuviera los ojos vendados para no verlo. Sin demasiado esfuerzo el demonio rubio puso al prisionero boca abajo, dando apertura al acto final.

"Espero que lo estés pasando bien, porque ahora voy a ser yo quien mejor se lo va a pasar."

El príncipe de Oujo no tuvo ni tiempo de replicar, el dolor que sentía en su entrada no le dejaba pensar, sólo podía gritar de dolor. Sabía que eso le suponía una satisfacción a su verdugo, pero era un dolor demasiado intenso y repentino para ser silenciado. Hiruma entraba y salía de él continuamente, primero despacio y cada vez acelerando más y más. Aunque persistía el dolor, el placer fue abriéndose paso nuevamente en la mente de Shin, pero esta vez si que pudo conservar la cordura. De vez en cuando se escapaba algún pequeño gemido de su garganta, pero nada más. No iba a darle más satisfacciones a ese demonio. Hiruma realmente disfrutaba jugando con su prisionero. No todos los días podías arrebatarle la virginidad a un príncipe joven, guapo, hermoso y fuerte y que además te resultara útil para tus ambiciones. Aquel era un gran día y como tal debía terminar. Quería disfrutar un rato más de la cara de sufrimiento de su prisionero pero ya no podía contenerse más, así que dejó salir su esencia dentro de Shin, que no se atrevió a moverse, temeroso de que le esperara algo más.

"No tiemble tanto su majestad, su pesadilla por hoy ha terminado, jejeje..."

Hiruma salio tranquilamente de aquella habitación en dirección al baño. Una bañera con agua caliente era perfecta para deshacerse del sudor y relajarse. El príncipe de Oujo vio a un corpulento joven entrar, pero poco a poco su visión se fue nublando hasta que todo se volvió negro.

P.D.: La actualización de hoy se la dedico a Wargo (autor de Acromegalia) por ser mi primer fan, un buen amigo y el engendrito campeón del DDR ;)

lunes, 25 de febrero de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 7º

"¿Ya has despertado, maldito montón de músculos?"

Shin abrió los ojos despacio, confundido.

"¿Dónde estoy?"

Hiruma se levantó de su trono, colgando de la pared una pequeña ballesta de color negro que había estado limpiando. Su sonrisa era como la de un gato que tiene atrapado a un ratón y con el que piensa "jugar" un buen rato antes de devorarlo.

"Estás en el palacio del bosque negro, maldito montón de músculos. MI palacio."

Shin intentó moverse, pero no pudo. Estaba atado y sujeto de pies y manos a la pared. Intentó liberarse pero no tenía la suficiente fuerza para lograrlo.

"Espero que no estés molesto porque te haya drogado, pero no me haría ninguna gracia que te escaparas. Después de todo eres la moneda con la que recuperaré el reino de Deimon. Me fue arrebatado por alguien como tú: un estúpido príncipe montado en su estúpido caballo blanco. Irónico, ¿verdad? Alguien rompió el sello bajo el que estaba preso, así que voy a empezar por recuperar lo que es mío."

La mirada de Hiruma reflejaba su seguridad y la tenía puesta en los ojos de Shin, desafiante, esperando una réplica o una reacción. Shin tan sólo ladeo la cabeza sin perder de vista al demonio rubio.

"Tsk... Patético."

Hiruma le soltó una buena bofetada. ¿Cómo se atreve a plantar cara en su situación? Era lo único que en ese momento podía pensar el rubio pero para el príncipe de Oujo aquella reacción confirmaba sus pensamientos.

"Si el reino de Deimon realmente fuera tuyo, tendrías el valor y fuerza suficientes para lograr recuperarlo. No serías tan cobarde como para utilizar trucos sucios. Además, no creo que te entreguen el reino, pero lo que si sé es que muy pronto tendrás visitas."

Una bofetada igual de sonora que la anterior impactó en la cara de Shin.

"¡Escuchame bien maldito montón de músculos! ¡No eres nadie para cuestionar mis métodos! Pueden venir aquí todos tus amigos, pero no tengas muchas esperanzas. No suelo recibir visitas. No sé a qué se deberá, pero siempre se quedan empalados algo así por el camino, jejeje..."

La sonrisa de Hiruma ahora era radiante. El príncipe de Oujo no creyó necesario continuar la conversación, así que cerró los ojos para descansar. Si lograba reunir las fuerzas suficientes quizás podría escapar. Hiruma lo miraba con cierta curiosidad. No sería normal que tan de repente se diera por vencido ni se abandonara al destino. "¿Está descansando?" Pensó el demonio rubio y tuvo una idea, muy divertida. Si su "invitado" quería descansar, debía comportarse como un buen anfitrión y darle el trato que se merecía.

Chasqueó sus largos dedos y al momento apareció un muchacho enorme y corpulento, cuya cabeza tenía forma de castaña. Sus mejillas eran rosadas pero en lugar de la cálida sonrisa de antaño, su expresión era temerosa y triste. Llevaba una pequeña caja en sus manos y se la entregó a Hiruma. El demonio rubio sonrió satisfecho y tomó el saquito que estaba en su interior. se puso algo del polvo grisáceo que contenía en la palma de la mano y se lo sopló a Shin, sumiéndolo en un profundo sueño. Volvió a poner el saquito en su caja y la dejó en una mesita cercana.

"Cerdito, acomoda a nuestro invitado e mi sala de juegos ¡Y date prisa!"

El corpulento muchacho obedeció con presteza al mandato de su amo. No es que aprobara la conducta de su señor pero no le quedaban más opciones. Morir intentando escapar o desobedecer o seguir vivo esperando un milagro que lo sacara de allí. Al desatarlo, se quedó mirando al príncipe de Oujo durante unos instantes y no pudo más que sentir piedad y tristeza por él. Sabía lo que le esperaba en aquella sala. Él mismo lo había padecido unos años atrás. Procuró darse prisa para evitar que Hiruma pudiera irritarse por la tardanza. Se echó al prisionero al hombro y lo llevó a aquella sala. Cuando estuvo frente a la puerta se detuvo unos instantes, para hacer acopio de su valor e intentar enterrar el terror vivido tras ella. La pérdida de la inocencia y de la sonrisa no son algo que puedan esconderse de la memoria. Cuando logró al menos dejar de temblar, entró y se dispuso a prepararlo todo de manera mecánica, sin querer pensar en nada. Sabía que Hiruma disfrutaba con el dolor ajeno y ya que no podía escapar de allí, al menos no le daría el gusto de dejar ver su dolor.

jueves, 21 de febrero de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 6º

"¡Sena! ¡Sena! ¿Estás bien? ¿Qué ha sucedido?"

La reina Mamori abrazaba a Sena agradeciendo al cielo que su pequeño estuviera bien.

"Madre... Hiruma ha venido y se ha llevado a Shin. Exige que se le nombre soberano de Deimon a cambio de su liberación."

Aquellas tristes palabras cayeron como una pesada losa sobre los presentes. Tanto la reina como los invitados del Oujo quedaron cabizbajos, en silencio, como si esperaran un milagro que parecía no llegar nunca.

"Creo, mi señora, que en este momento debemos pensar en alguna estrategia para rescatar al príncipe Shin evitando riesgos en la medida de lo posible."

Aquella voz sacó a todos de sus pensamientos. El mayor estratega del reino de Deimon hacía su aparición en escena. Manabu Yukimitsu había vuelto. Por su avanzada calvicie, la palidez de su piel y su complexión delgada y débil nadie podía adivinar que ese hombre fuera el mayor estratega del ejército de Deimon. Además también se encargaba de dirigir las estrategias del equipo de fútbol americano y no sólo él era el único miembro destacado del ejército que formaba parte del equipo.

"Tenéis razón, Kunimitsu. Vamos al despacho principal, que nos traigan mapas de la zona y organiza a los mejores hombres par que estén listos para partir lo antes posible."

Así como la reina terminó de hablar, todos se dirigieron al despacho principal. Salvo Takami, consejero del reino de Oujo, quien tenía una petición.

"Majestad, quisiera mandar un mensaje a mi reino para hacer venir a nuestros mejores hombres para ayudar en esta importantísima misión."

La reina asintió.

"Kunimitsu, llévale al cobertizo donde descansan nuestros alcones mensajeros antes de traer los mapas, por favor."

La petición de la reina fue atendida al instante. Sena estaba callado, aún en shock, intentando ordenar sus pensamientos para ser de ayuda a la hora de trazar un plan de rescate. En el camino a la sala consiguió serenarse y cuando todo estaba dispuesto para comenzar a elaborar un plan, el joven príncipe de Deimon hizo acopio de todo su valor para hacer una proposición.

"¡Madre, por favor, déjame ir a rescatar a Shin!"

Esta proposición cogió a todos de sorpresa, que no podían sino mirar a Sena con asombro.

"Hijo mío, entiendo que te sientas mal por que han secuestrado al príncip de Oujo y no hayas podido hacer nada pero..."

Antes de que su madre prosiguiera, Sena le replicó, impulsado por su fuego interno.

"¡Ese es precisamente el problema! Nunca puedo hacer nada y siempre tengo que ser protegido. Estoy harto de ser el niño mimado, soy igual de fuerte que cualquiera. Quiero llegar a ser tan fuerte como Shin y sé que sino voy en su ayuda, sino paso esta prueba, jamás podré igualarme a él. Madre, no pretendo desobedecer pero esta vez debo ser yo quien elija mi camino."

La reina Mamori comprendió entonces que su hijo, su pequeño Sena, ya podía caminar solo. No quería que le pasase nunca nada malo, pero ese no era motivo para cortarle las alas y tenerlo siempre en su regazo. Su hijo era ya todo un hombre y esta era la ocasión perfecta para corroborarlo.

"Está bien, hijo mío. Irás la rescate del príncipe Shin pero no irás solo porque te acompañarán la élite de los ejércitos de ambs reinos. Ahora ve a descansar. Partirás en cuanto lleguen los soldados de Oujo."

Sena se retiró con una reverencia en señal de agradecimiento, satisfecho porque su madre había entendido lo que quería decirle. El pájaro ya era lo sufientemente grande para salir del nido y volar.

P.D.: Que rápido he actualizado esta vez, ¿verdad? Es lo que tiene tener una hora de clase libre y creatividad con la que ocuparla XD

martes, 19 de febrero de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 5º

Los equipos ya estaban formados y, aunque los títulares del equipo no estuvieran presentes, el ambiente estaba caldeado y los espectadores atentos. Todo buen aficionado al fútbol americano había oído hablar del running back estrella del reino de Oujo, el príncipe Shin. Su rápida carrera y su "Placaje de la lanza" le han dado una merecida fama. Sena no era tan famoso aunque claro, no se sabía que el famoso "Eyeshield 21" era el príncipe Sena, no quería preocupar a su madre. Tras ponerse el uniforme y el casco con la visera, Sena salió al campo entre los vítores de la gente del reino de Deimon que iba a presenciar el partido. Caminaba hacia Shin, quien tenía cara de no saber exactamente que estaba pasando.

"Espero que no te moleste que juegue con la cara cubierta, pero si mi madre se enterara de que juego a fútbol americano, es probable que me obligase a dejarlo."

Shin simplemente asintió y pasó al lado de Sena para reunirse con los jugadores de su equipo.

"Espero que pronto seas lo bastante fuerte para poder decirle la verdad a tu madre, Sena."

Sena se quedó clavado en el suelo al escuchar eso. Sabía que no estaba bien esconderle nada a su madre, pero todavía no era lo bastante fuerte como para que su madre aceptara que jugara a fútbol americano. Después de todo, siendo el príncipe no puede esperar que su madre acepte que se ponga en situaciones peligrosas para su integridad física tan sólo por deporte. Debía hacerse más fuerte para poder seguir jugando.

El partido lo terminó ganando el equipo de Shin. Sena pudo ver y comprobar en carne propia la clase de jugador que era Shin: siempre juega al 100%, cumpliendo perfectamente su cometido y su "Placaje de la lanza" es tan temible como decían. Muy pocas veces fueron las que Sena pudo escaparse de Shin, tanto de sus placajes como de su carrera. Se sentía a años luz de él, pero no se sentía triste ni mal por haber perdido ante Shin, con su derrota pudo darse cuenta de su debilidad. Todavía estaba tumbado en la hierba del campo, descansando, cuando el cielo empezó a volverse negro. No eran nubes negras lo que teñía el cielo de azabache, sino una presencia más negra que la oscuridad.

"Jejeje... Parece que habéis estado divirtiendoos mucho, niñatos."

Esa voz que helaba la sangre, esa risa maquiavélica. Sena se temía lo peor y sus temores se vieron confirmados al verlo llegar volando con sus alas negras. Piel pálida como la nieve, cabellos rubios en punta, orejas puntiagudas, ojos verdes, sonrisa diabólica, ropas negras y la mayor cantidad de armas de fuego jamas vista empuñadas en una sola mano. Shina se puso en pie de un sólo salto y corrió a avisar a Shin de que tenían que irse de allí lo antes posible.

"¿Por qué corres enano? Sí precisamente he venido a verte a tí, jejeje."

El diabólico ser disparó a los pies de Sena para impedirle avanzar y de paso poder acercarse a él.

"Viene el musculitos de Oujo porque tu madre ha decidido prometerte con él en lugar de conmigo, vengo a verte y me lo pagas saliendo por patas... Muy poco decoroso en un príncipe pero sí muy típico de un cobarde."

Antes de poder siquiera darse cuenta, el diabólico ser ya estaba junto a él y le había quitado el casco, dejando ver a todos quien era realmente Eyeshield 21. Unos se sorprendieron, otros no mucho y el resto estaba escapando del lugar. La reina, los guardias, los invitados de Oujo y algunos valientes curiosos se acercaron al campo para ver lo que estaba pasando. Shin entre tanto, aprovechó que el diabólico ser estaba distraído con Sena para intentar hacerle su "Placaje de la lanza", pero lo esquivó y de paso le hizo la zancadilla para que cayera al suelo.

"Vaya vaya, así que la mole de músculo de Oujo pretende salvar al enano de su prometido, una lástima que ponga atención a lo que me rodea, ¿verdad? Jejejeje."

Sena intentó atacar al diabólico ser pero se detuvo al ver que un arma de fuego provista de mucho cañones apuntaba a Shin. El diabólico ser nego con la cabeza sonriente y divertido.

"¿De verdad me deseas tanto como para poner en peligro a todo el mundo, Hiruma?"

Sena miraba al suelo entre triste, confundido e impotente. Hiruma se echó a reír sin dejar de apuntar a Shin. Sabía que tenía la sartén por el mango y que debía tener cuidado para no quemarse.

"Lo que tanto deseo es tener el control del mundo entero, empezando por este reino. Tu sólo serías un juguete con el que me entretendría todas las noches. Pero creo que ya que no soy yo el elegido para gobernar, voy a tomarlo por la fuerza."

Tras terminar su frase, Hiruma le lanzó algo a Shin que lo dejó dormido al instante. Hiruma se lo echó al hombroy comenzó a elevarse sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo.

"Si quieres que no le pase nada a esta montaña de músculos, más te vale venir a mi castillo en el bosque negro y no te olvides de traer el documento que me certifique como soberano de Deimon. ¡Te estaré esperando enano!"

Y tal como vino, Hiruma desapareció.

jueves, 14 de febrero de 2008

San Valentín

Interrumpimos nuestra programación habitual para hablar de este día: San Valentín.

Para unos, un día comercial y punto. Para otros, un día en el que se debe celebrar el amor más que ningún otro y para los que quedan no sé muy bien lo que será. Para mí el día de San Valentín está bastante prostituído comercialmente hablando pero no creo que sea algo puramente comercial. Creo que es un día que se debe celebrar en toda regla porque pienso que el amor es uno de los pilares sobre los que se asienta la felicidad humana y la autorealización.

Cuando amas, sientes que esa persona es la pieza que te falta de ese puzzle que llevas tiempo intentando completar pero que no aparece ni en la bolsa del aspirador ni debajo del armario. Hay gente que la busca y la busca, queriendo encontrarla a toda costa. Hay otros que no la buscan porque no sienten su falta pero también los hay que no la buscan porque no tienen prisa o porque no se atreven a buscarla. Cada cual habrá vivído un tipo de experiencia a la hora de encontrar el amor: Conquista intencionada, casualidades, alineaciones planetarias... Mil caminos para llegar a un mismo punto: La recompensa de sentirte amado por esa persona y completarte a ti mism@.

Yo tengo la suerte de tener a mi lado a una persona maravillosa, que me cuida, me respeta, me hace feliz y me ama. Completa mi alma, calma mi corazón y me regala ese calor tan agradable que me hace sentir querida. Por lo que siento cuando estoy con él, no creo que San valentín sea simplemente comercial, creo que es un día en el que el amor debe ser celebrado, en el que las personas que sienten la misma felicidad que yo puedan expresarla y aquellos que la buscan, se atrevan a dar ese paso y encuentren su felicidad.

Los que dicen que el amor no existe me parecen las personas más tristes del mundo. ¿Cómo un sentimiento que acorta distancias, nos hace fuertes para superar cualquier cosa y nos conmueve hasta llorar de alegría puede no existir? Por favor, abrid los ojos a un mundo que tiene muchos colores y grandes mares lleos de peces.

Para acabar esta disertación (ya me podrían salir todos los post igual de largos, ¿verdad? XD) quiero contaros un relato de mitología griega y mi propia versión, bueno, más bien mi conclusión sobre él:

"En primer lugar, tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía, aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una cosa sola en cuanto a forma y nombre, que participaba de uno y de otro, de lo masculino y de lo femenino, pero que ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia.

En segundo lugar, la forma de cada persona era redonda en su totalidad, con la espalda y los costados en forma de círculo. Tenía cuatro manos, mismo número de pies que de manos y dos rostros perfectamente iguales sobre un cuello circular. Y sobre estos dos rostros, situados en direcciones opuestas, una sola cabeza, y además cuatro orejas, dos órganos sexuales, y todo lo demás como uno puede imaginarse a tenor de lo dicho.

Caminaba también recto como ahora, en cualquiera de las dos direcciones que quisiera; pero cada vez que se lanzaba a correr velozmente, al igual que ahora los acróbatas dan volteretas circulares haciendo girar las piernas hasta la posición vertical, se movía en círculo rápidamente apoyándose en sus miembros que entonces eran ocho.

Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originariamente descendiente del sol, lo femenino, de la tierra y lo que participaba de ambos, de la luna, pues también la luna participa de uno y de otro . Precisamente eran circulares ellos mismos y su marcha, por ser similares a sus progenitores. Eran también extraordinarios en fuerza y vigor y tenían un inmenso orgullo, hasta el punto de que conspiraron contra los dioses. Y lo que dice Homero de Esfialtes y de Oto se dice también de ellos: que intentaron subir hasta el cielo para atacar a los dioses.

Entonces, Zeus y los demás dioses deliberaban sobre qué debían hacer con ellos y no encontraban solución. Porque, ni podían matarlos y exterminar su linaje, fulminándolos con el rayo como a los gigantes, pues entonces se les habrían esfumado también los honores y sacrificios que recibían de parte de los hombres, ni podían permitirles tampoco seguir siendo insolentes. Tras pensarlo detenidamente dijo, al fin, Zeus: «Me parece que tengo el medio de cómo podrían seguir existiendo los hombres y, a la vez, cesar de su desenfreno haciéndolos más débiles.

Ahora mismo, dijo, los cortaré en dos mitades a cada uno y de esta forma serán a la vez más débiles y más útiles para nosotros por ser más numerosos. Andarán rectos sobre dos piernas y si nos parece que todavía perduran en su insolencia y no quieren permanecer tranquilos, de nuevo, dijo, los cortaré en dos mitades, de modo que caminarán dando saltos sobre una sola pierna». Dicho esto, cortaba a cada individuo en dos mitades. Y al que iba cortando ordenaba a Apolo que volviera su rostro y la mitad de su cuello en dirección del corte, para que el hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado, ordenándole también curar lo demás.

Entonces, Apolo volvía el rostro y, juntando la piel de todas partes en lo que ahora se llama vientre, como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un agujero en medio del vientre, lo que llaman precisamente ombligo. Alisó las otras arrugas en su mayoría y modeló también el pecho con un instrumento parecido al de los zapateros cuando alisan sobre la horma los pliegues de los cueros. Pero dejó unas pocas en torno al vientre mismo y al ombligo, para que fueran un recuerdo del antiguo estado.

Así, pues, una vez que fue seccionada en dos la forma original, añorando cada uno su propia mitad se juntaba con ella y rodeándose con las manos y entrelazándose unos con otros, deseosos de unirse en una sola naturaleza, morían de hambre y de absoluta inacción, por no querer hacer nada separados unos de otros. Y cada vez que moría una de las mitades y quedaba la otra, la que quedaba buscaba otra y se enlazaba con ella, ya se tropezara con la mitad de una mujer entera, lo que ahora precisamente llamamos mujer, ya con la de un hombre, y así seguían muriendo.

Compadeciéndose entonces Zeus, inventa otro recurso y traslada sus órganos genitales hacia la parte delantera, pues hasta entonces también éstos los tenían por fuera y engendraban y parían no los unos en los otros, sino en la tierra, como las cigarras. De esta forma, pues, cambió hacia la parte frontal sus órganos genitales y consiguió que mediante éstos tuviera lugar la generación en ellos mismos, a través de lo masculino en lo femenino, para que si en el abrazo se encontraba hombre con mujer, engendraran y siguiera existiendo la especie humana, pero, si se encontraba varón con varón, hubiera, al menos, satisfacción de su contacto, descansaran, volvieran a sus trabajos y se preocuparan de las demás cosas de la vida.

Desde hace tanto tiempo, pues, es el amor de los unos a los otros innato en los hombres y restaurador de la antigua naturaleza, que intenta hacer uno solo de dos y sanar la naturaleza humana. Por tanto, cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado seccionado en dos de uno solo, como los lenguados.

Por esta razón, precisamente, cada uno está buscando siempre su propio símbolo.. cuando se encuentran con aquella auténtica mitad de sí mismos quedan entonces maravillosamente impresionados por afecto; afinidad y amor, sin querer, por así decirlo, separarse unos de otros ni siquiera por un momento. Éstos son los que permanecen unidos en mutua compañía a lo largo de toda su vida, y ni siquiera podrían decir qué desean conseguir realmente unos de otros."

Para mí cada persona es un círculo en si misma, porque si fuera una mitad, una de las dos mitades podría tomar el control del círculo. Para mí cada persona es un círculo y cuando se unen lo hacen de forma y manera que forman un infinito. Juntos, conservando la individualidad y dejando que la energía fluya por ellos libremente.

Bueno, esto ha sido todo en este día, así que animo a los que me leáis a dejarme vuestra opinión sobre el amor o si os ha gustado el mito o lo que queráis, vaya.

Besitoooos ^^



miércoles, 13 de febrero de 2008

Al rescate de mi príncipe - Capítulo 4º

En los campos de entrenamiento el sol brillaba en lo alto del cielo. La energía fluía de los jugadores fluía de manera espectacular. Sena sonreía contento al ver la atención con la que Shin observaba los entrenamientos. Mientras se dirigían a los campos, Sena buscaba a alguien con la mirada.

"Shin, quiero presentarte a una persona muy importante del fútbol americano en nuestro reino".

Un leve murmullo salió de la garganta de Shin en señal de aprobación al tiempo que Sena encontró a la persona que estaba buscando. Era bajito, pero su presencia siempre se hacía de notar.

"Buenos días Doburoku-sensei. Han venido visitantes del reino vecino de Oujo. Este es Shin, el príncipe del reino de Oujo y también jugador de fútbol americano."

Las miradas de Shin y el entrenador de Deimon se cruzaron durante unos instantes, estudiandose mutuamente en silencio. Shin tenía ante él a un hombre bajito, con bigote y algo de barriga pero Shin supo ver que sus ahora blandos músculos antaño fueron parte de una máquina bien engrasada de jugar a fútbol americano y conseguir victorias. A su vez, Doburoku supo ver en Shin un gran atleta, veloz y potente. Una máquina de victorias casi perfecta.

"Me alegro de verte por aquí Sena. Hace mucho que no vienes a entrenar, aunque supongo que será porque tu madre no quiere que su hijito se haga daño."

Sena miró al entrenador con cara de circunstancias. La verdad es que su madre no le dejaba tiempo para entrenar con todo el barullo del compromiso y demás. Doburoku miraa a Sena divertido. El chico era demasiado inocente y sincero.

"Sena, juguemos un partido."

Hacía mucho rato que Shin no abría la boca y cuando lanzó su proposición tanto Sena como el entrenador se quedaron unos segundos pasmados mirando a Shin. El primero en reaccionar fue Doburoku para darle un codazo a Sena para que reaccionara. El dolor devolvio a Sena a la realidad quien no pudo más que sonreír y decir:

"Juguemos a fútbol americano."


P.D.: Gomeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen, pero entre cambios de compañía de internet, formateo de disco duro y falta de inspiración he tardado mucho. A ver si consigo ponerme a escribir más a menudo.