"¡¡Maldito demonio cabrón!! ¡¡Espero que tus enemigos encuentren la manera de borrarte del mundo!!"
Habashira estaba furioso. MUY furioso. No le gustaba que nadie le diera ordenes, por temible que fuera el personaje y Hiruma no era una excepción. Lo odiaba con toda su alma, pero su impotencia frente a los enormes poderes del demonio rubio era lo que le obligaba a vivir en sumisión.
"Rui, Rui... ¿Qué es lo que nos ha pedido ahora ese puerco rubio?"
Aquella voz femenina le había sacado del abismo tantas veces ya... Al igual que sus manos, ya fuera a base de bofetadas o con gestos amistosos como el de ahora, posando su mano derecha en el hombro izquierdo de Habashira.
"Reune a los muchachos en la hoguera central del campamento, Megu. Tenemos que cazar unas cuantas maripositas que pretenden cruzar este bosque llendo de flor en flor."
La mujer asintió y comenzó a hacer correr la voz de la reunión. Cualquier persona normal en un principio pensaría que ella no era más que una prisionera haciendo las veces de sierva y cabe decir que sería la persona más equivocada del mundo. Megu era más alta que la mayor parte de las mujeres. Su pelo castaño caía por su espalda en una furiosa y espesa melena castaña. Su cuerpo era atlético, fuerte, de formas forjadas en el calor de la batalla, con alguna que otra cicatriz fruto de un pequeño despiste, pero sin perder un salvaje y femenino atractivo. Toda una fiera salvaje que nunca se dejaría domar por ningún hombre. O al menos, por alguno que no temblara al ver su rostro. Sus facciones eran duras y sólo conocían de lejos lo que era una sonrisa tierna. Sus ojos, siempre alerta, le daban un aire realmente fiero o bueno, eso era antes de perder el ojo izquierdo. Antes de que el bastardo de Hiruma le sacase un ojo en su primera visita por el campamento. Para taparlo, llevaba un parche negro de piel, con un rubí situado a la altura del ojo. Aquel tocado y la enorme espada que llevaba consigo ya inspiraban el temor suficiente entre los desconocidos como para que alguien se acercara a ella a preguntar por algo que no fuera trabajo. Ella era realmente fuerte y allí todos los hombres lo sabían.
Abandonada por su gente en medio de la nada, aprendió a sobrevivir sola, sin conocer nada cálido en su corazón. El primer campamento de bandidos que encontró fue el de Rui Habashira. Le costó mucho hacerse un hueco allí, pero lo logró con el tiempo, sobretodo desde el día en que le cortó el brazo a uno de los hombres de confianza de Rui por intentar propasarse con ella. Al final, tuvo que cortarle la cabeza para no tener que seguir escuchando sandeces. Nadie pidió una explicación e incluso el mismo Rui rompió a reír.
"Cada día me caes mejor Megu."
Y desde entonces, fue más fácil el integrarse allí, hasta llegar a apreciar a Rui como si fuera su familia.
"Tsuyumine-sama, los hombres ya están reunidos y esperándoles a usted y a Habashira-sama."
La mujer pasó de largo y fue a buscar a Rui. Estaba segura de que algo tendría pensado. Poco tardaron en llegar a la hoguera central. Allí había un escenario montado con un trono de madera con calaberas y huesos en el que estaba sentado el líder de los bandidos Zokugaku, siempre respaldado por la mujer más fiera del mundo.
"Mis queridos bastardos. Sé que ultimamente os estáis aburriendo mucho porque los pueblo de alrededor se han quedado "misteriosamente" vacíos, ¿verdad? ¡Pues alegraros! Porque por nuestro frondoso bosque va a pasar un grupo de relucientes maripositas y tenemos un comprador para ellas. ¿¡Verdad que queréis una buena recompensa por ellos, panda de bastardos!? ¡Empezad a montar todas las trampas para darles una gran bienvenida! ¡Pero debéis recordar algo! ¡Los quiero vivos! ¡No me importa si están enteros o no!"
Los hombres del Diablo de brazos largos entraron en una especie de sangriento frenesí. Hacía mucho que no tenían la oportunidad de divertirse como está mandado.
P.D.: Gomeeeeeeeeeeeeeeeeen por el retraso, pero hacía mucho que no me daba el coco de sí para Eyeshield ^^U