martes, 11 de septiembre de 2012

Escrito hace tiempo...

Este fic lo escribí hace bastante y ahora me ha dado por publicarlo. ¿Por qué? Por que sí. Trata de mi personaje y el de mi actual pareja en uno de los foros por los que hemos pasado: Ofuda Gakuen. Sin más dilación, aquí está...

 
Floreció con una canción – Shuuichi x Morgana


      Un sábado como cualquier otro, pero distinto a todos en realidad.

      El internado Ofuda Gakuen se encontraba casi vacío, salvo por algún profesor de guardia y unos pocos alumnos. Aunque ya había anochecido, bastantes se habían saltado el toque de queda, además de los que tenían permiso para pasar el fin de semana con sus familias. Ellos se las verían con Enomoto. Seguro que ese distinguido miembro del profesorado tendría alguna idea para animar a los infractores a redimirse de sus faltas. Todo un pensador por el bien de la humanidad.

      Morgana no había salido del internado. No es que estuviera realmente preocupada por su situación, pero prefería no arriesgarse. Así podría tomarse un pequeño descanso. Entre los estudios y su vida, estaba empezando a notarse algo agobiada. La única persona con la que se sentía tranquila era Shuuichi. Con él sólo le hacía falta ser ella misma, aunque todavía tuviera que seguir con la máscara con la que fue enviada al internado. Eso la mataba por dentro un poco cada día, pero debía seguir así si quería mantenerlo lejos de su problema. Esperaba que pronto atraparan a aquel tipo y que su senpai entendiera por qué estaba ocultándole ciertas cosas. No le había dado razones para pensar lo contrario aunque necesitaba convencerse de ello. La pureza de su carácter, su capacidad de sacrificio, su tenacidad y su afán de justicia lo convertían en un prototipo perfecto de caballero de brillante armadura de plata bruñida. Incluso tenía algún tormento interior, igual que el Lancelot que describen las leyendas artúricas. Tormentos por no poder hacer más por la gente y tormentos por amor. La joven de orbes y cabellos esmeraldas pensaba que Mizuki no era digna del corazón del joven japonés. Siendo sincera, sentía celos. Sabía que no tenía derecho a sentirlos, pero no lo podía evitar.
 
      Se había pasado el día encerrada en su cuarto y cuando salió había caído la noche. Quería respirar aire fresco y caminar un poco. Hacía unos días que no veía a Shuuichi. Sin darse cuenta, terminó llegando al árbol bajo el que se pasó toda la primera mañana charlando con él. Al percatarse, Morgana se llevó una mano a la frente y se rió con cierta resignación. Hasta cuando quería dejar su mente en blanco, algo terminaba sacándolo a flote, ocupando cada vez más espacio, tal vez llegando a la obsesión. Podría ser una de las múltiples definiciones del amor. Se sentó apoyando la espalda en el tronco del árbol y levantó la vista al cielo. Despejado, lleno de estrellas y la luna llena brillando poderosa en el tapiz de la noche. Lástima que no fuera una hechicera. Aquella noche parecía perfecta para ese tipo de menesteres. Se levantó un viento frío que pareció helarle algo más que el cuerpo, envolviéndola en el silencio, dejándola sola y con el alma helada. Lejos de cualquier cosa que le fuera querida. Pero no iba a llorar, aunque tampoco se lo guardaría todo dentro. Usaría una de las artes de expresión más hermosas que el ser humano conoce: la música.


“Dancing bears, painted wings.
Things I almost remember.
And a song someone sings.
Once upon a December.
[…]

      Una canción triste, que relata la añoranza por el pasado de una joven que lo olvidó todo, pero que no se rendía a la idea de no tener nada que recordar. Ella había tenido que olvidarse de recordar quien había sido y aprender quién iba a ser desde entonces. Esperaba que aquella fuera la última vez. Se echaba de menos, pero aún no podía volver a su ser y quizás tenía miedo de hacerlo. No estaba segura.

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      Shuuichi llevaba unos días un poco extraños. No podía sacarse a Morgana de la cabeza, más no había logrado encontrarla por ninguna parte por mucho que la buscara. No sabía por qué, pero notaba muchísimo la falta de su presencia. Tal vez fuera por todo el apoyo que la muchacha británica siempre le mostró de manera tan incondicional. Ya no era Mizuki el nombre que envenenaba sus sueños, sino el de la muchacha de ojos esmeraldas, sin saber cuándo se había producido ese cambio y sin poder advertirlo hasta ahora. No tenía pista alguna para poder saber a ciencia cierta si aquello era obsesión, amistad o algo más. De nada le servían sus dotes deductivas.

      Llevaba todo el día de un lado para otro, igual que los últimos días, necesitaba descansar. De camino a los dormitorios pasó cerca de los campos de hierba, donde un sonido detuvo sus pasos. Una voz conocida, más no su tono de voz, triste y melancólico. Se acercó con paso cauto y silencioso, observando en la distancia, embelesado como un marino al escuchar el canto de una sirena. ¿Por qué la letra hablaba de recuerdos perdidos? Quería ir con ella, pero algo le impedía moverse de donde estaba. No se sentía capaz de interrumpir aquel espectáculo. Una criatura tan hermosa cantando sola bajo la luz de la luna.

“And a song someone sings…
Once upon a December…”

      La británica dobló las rodillas, abrazándolas y bajo la cabeza, sin poder retener un profundo suspiro. Se sentía algo más liberada, pero no bien del todo. Al menos, la necesidad de llorar había desaparecido. El viento soplaba otra vez y empezaba a hacer frío para llevar una camiseta de manga larga y vaqueros, pero tampoco le apetecía moverse de ahí.

- Parece que ambos nos gusta este lugar.

      La voz de Shuuichi le hizo alzar el rostro como una exhalación. Allí estaba con una dulce sonrisa y el pelo suelto, vistiendo pantalones negros, camiseta roja y una sudadera negra con un dragón rojo a la espalda. Se sentó junto a ella, que estaba en una ardua lucha entre su autocontrol y unas enormes ganas de buscar consuelo en el calor de sus brazos. Pero no quería su compasión, sino su amor. La cordura ganó la batalla, así que hizo de tripas corazón para sonreír y que su voz no sonara apagada.

- Cuando algo bueno sucede en un sitio concreto, se está más a gusto.

      A cada palabra le resultaba más fácil mantener la sonrisa, volviendo poco a poco a su alegre y habitual semblante. La presencia y la sonrisa de su senpai le traían una enorme paz a su corazón. La brisa se coló ente ambos, dejando pasar al silencio.

- ¿Cómo es que te has quedado en el internado este fin de semana?

      Fue la primera frase que pasó por la mente de la inglesa en un intento desesperado por romper aquel silencio. Sentía curiosidad, para qué negarlo. También se preguntaba si se había quedado para poder verla, pero prefería guardarse el ego y esperar una respuesta.

- Necesitaba algo de calma… Llevo unos días de un lado para otro sin parar.

      La frase real dentro de la cabeza de Shuuichi era “Llevo unos días de un lado para otro sin parar de buscarte.”, pero vista su suerte con las mujeres, prefería ejercer el derecho al uso de las medias verdades. Su tono de voz era el habitual, tranquilo, pero con cierta alegría por haberla encontrado al fin.

- ¿Y tú? ¿También necesitabas algo de calma?

      La pregunta, a pesar de lo obvio que resultaba, tomó por sorpresa a la joven de ojos esmeraldas. Al final no era ella el único gato curioso.

- Si, necesitaba algo de paz. Últimamente las clases son más duras así que prefiero dedicar algo más de tiempo a tener algo de tranquilidad.

      Tranquilidad para poder adquirir los conocimientos exigidos. Tranquilidad para reforzar los muros bajo los que encerraba su secreto. Una carga que a veces se hacía pesada, aun ayudada por la meditación en la naturaleza. De nuevo ambos se quedaron callados, sin saber qué decir.

- La canción que estabas cantando antes era muy bonita aunque algo triste.

      Aquel comentario salio por si solo de la cabeza del japonés en directo a sus labios. Sabía que la chica le gustaba cantar, pero también que sus canciones siempre estaban algo influenciadas por su estado de ánimo. Una vez le prometió que la protegería y que la ayudaría en lo que pudiera. Nunca se echaría atrás, por grande o pequeño que fuera el problema. Morgana dirigió su mirada al frente, sin mirar a ninguna parte en particular, sin dejar de sonreír, aunque su gesto estuviese envuelto en la melancolía.

- Hecho de menos a mi familia y al ver todo tan silencioso y vacío me ha dado un bajón. Me sentía algo… sola.

      Volvió la mirada hacia él, para encontrarse con una sonrisa cálida y comprensiva en su rostro. Parecía como si pudiera borrar cualquier problema con ella. Le pasó un brazo por los hombros.

- Si te sirve de algo, mientras yo esté aquí no estarás nunca sola.

      El frío viento volvió a soplar con fuerza, haciendo que la joven británica temblara de frío, deteniendo su cerebro unos instantes, teniendo algo más de tiempo para pensar en su respuesta, que prefirió dejar morir en algún lugar de su mundo interior al ver que su senpai comenzaba a quitarse la sudadera. Se levantó rápidamente, tendiéndole una mano para invitarle a hacer lo mismo.

- Será mejor que vayamos a algún sitio cerrado, creo que está empezando a hacer demasiado frío.

      Shuuichi se levantó tomando la ayuda que la joven de ojos esmeraldas le ofrecía y echaron a andar hacia el edificio principal, pero no hacia los dormitorios. Ninguno de los dos quería regresar aun. Caminaban en silencio, escuchando el sonido de sus pasos. Sólo un sorprendido suspiro rompió aquella frágil atmósfera. Llegó cuando dos manos se juntaron.

- Los pasillos están demasiado oscuros y sería fácil tropezar y caer.

      Interiormente, ambos agradecían aquella oscuridad. Cubría su sonrojo. Pasaron de largo varias puertas, todas ellas albergaban una atmósfera muy oscura. La única diferente era la sala de música, iluminada por la luna, señalada como lugar divino por su magnífica luz. Entraron cerrando la puerta tras ellos. Parecía un lugar de hechizo y ensueño, sacado de un relato escrito en un cuaderno y olvidado en el último pupitre del aula. Él fue quien primero se sentó en la banqueta del primer piano que encontró a su paso.

- Morgana… ¿Te apetece cantar algo conmigo?

      La joven se sentó junto a él, sonriendo. Hasta ahora, nunca lo había escuchado cantar. Una experiencia nueva para una noche desconocida. Le miró con una sonrisa, expectante frente a lo que estaba a punto de suceder.

- Cuando quieras comienza y yo te sigo.

      Aquellas palabras acompañadas de su sonrisa le dieron al joven japonés el valor que le faltaba para poner en marcha sus ideas. Ya no habría marcha atrás. Algo que no se atrevía a decir con palabras, sería dicho con una canción.

“When I am down and, oh my soul, so weary
When troubles come and my heart burdened be
Then, I am still and wait here in the silence
Until you come and sit awhile with me”

      La joven reconoció la canción con los primeros compases del piano. Romántica como pocas y siendo Shuuichi, poco probable que fuera fruto de la casualidad que quisiera cantarla con ella. Si era un sueño, no quería despertarse nunca.

“You raise me up, so I can stand on mountains
You raise me up, to walk on stormy seas
I am strong, when I am on your shoulders
You raise me up... to more than I can be.

You raise me up, so I can stand on mountains
You raise me up, to walk on stormy seas
I am strong, when I am on your shoulders
You raise me up... to more than I can be.

There is no life - no life without its hunger
Each restless heart beats so imperfectly
But when you come and I am filled with wonder
Sometimes, I think I glimpse eternity

You raise me up, so I can stand on mountains
You raise me up, to walk on stormy seas
And I am strong, when I am on your shoulders
You raise me up ... to more than I can be”

      Ambos se sentían felices mientras cantaban. La música les había traído a ambos un mensaje en forma de canción, un sentimiento correspondido y una verdad ya ineludible…

“You raise me up ... to more than I can be”

      …que al termino de la canción, tomó la forma de un beso. Un beso que comenzó al cruzarse las miradas, tímido al principio, suave, pero que encendió un fuego que sólo podía ir a más. Al separarse, ambos estaban sonrojados, pero no dejaban de sonreír. El joven japonés alzó su mano derecha para acariciar el rostro de Morgana. Ella puso su mano sobre la de él, deseando no separarse jamás, que no acabara ese tierno idilio.

- Morgana… yo…

      El muchacho tampoco pudo decir nada más, pues se encontró un dedo sobre sus labios pidiendo que no dijera nada más. La dueña lo retiró y redirigió la mano que estaba sobre su mejilla a su cintura, acercándolo más a ella, probando otra vez aquellos labios que tanto había deseado y tuvo prohibidos.

      Shuuichi había querido decirle que no es que estuviera buscando en ella un reemplazo para Mizuki, sino que era a ella a quien quería de verdad, que no había podido dejar de pensar en ella, que la había estado buscando… Se sorprendió bastante del gesto de la peliverde, sonrojándose en el camino a ella, viéndose conquistado por unos labios a los que podría jurar lealtad eterna a cambio de una sola caricia. Rodeó la cintura de ella ahora ya con ambos brazos, dejándose llevar por la situación, por aquella llama despierta que estaba empezando a atacar las defensas de su razón y su control para dejar libres a los emisarios de la pasión y el deseo.

      Aquellos labios la tenían hipnotizada. Tan cálidos, tan dulces, de los que quería más y más. Lo abrazó para que el vacío no tuviera cabida entre ellos, enterrando una mano en sus cabellos, dejándola en la nuca para hacer más profundo el beso, haciendo más sencillo que una lengua traviesa se colara en la boca del joven para invitar a la suya a jugar. No es que tuviera experiencia, pero no podía quedarse parada. No cuando se estaba quemando por dentro, otorgando más fuerza a la pasión y al deseo a los que también el joven estaba sucumbiendo, aprendiendo rápido, aprisionando a la muchacha en sus brazos, disfrutando del sabor de su boca mientras no sólo las llamas crecían…

      No tenía demasiada idea de lo que estaba haciendo, pero le daba lo mismo mientras fuera ella quien lo guiara. Le gustaba el sabor de sus labios y su boca, cálida y traviesa, la suavidad de sus manos, el calor de ese cuerpo tan hermoso de piel porcelana que deseaba conocer fuera de toda barrera… Una mano rebelde se coló bajo la camiseta de la muchacha, acariciando su espalda, experimentando la suavidad de su piel, y unos labios caprichosos cambiaron su destino al cuello de la joven, probando el sabor de la piel por vez primera, con un matiz distinto oculto en cada beso. Su viaje prosiguió en un lento descenso, alentado por un deseo que erradicó cualquier posibilidad de hacer que se detuviera. Además, la dama que tenía entre sus brazos lo estaba disfrutando. La quería aún más cerca de sí, por lo que separó los labios de su piel por un instante para cogerla y sentarla encima de él quedando frente a frente.

      Shuuichi la sorprendió gratamente al tomar la iniciativa. Le gustaba como acariciaba su piel, al punto de que se le erizara todo el cuerpo, sobretodo al notar sus labios abandonar los suyos y posarse sobre su cuello. Profundos suspiros escapaban de su garganta con cada beso. Al verse sentada sobre él, una pícara sonrisa se dibujó en su rostro. Acarició la mejilla del joven, besando sus labios sin prisa, dejando que la caricia descendiera tranquilamente de las mejillas al cuello y del cuello al pecho, aprovechando el camino para bajar del todo la cremallera de la sudadera que vestía el muchacho, desprendiéndole de la prenda, mostrando una deliciosa docilidad, aprovechando la ocasión para meter las manos bajo su camiseta y probar el sabor de su piel. Bajo ella, podía notar claramente la excitación del japonés. Tampoco es que ella tuviera ganas de detenerse, atrapada nuevamente en sus brazos, notando sus manos inquietas paseándose por su cuerpo, igual que ella, retirando toda prenda que molestara. Antes de darse cuenta, ambos estaban sin ropa, tumbados, descubriendo la belleza de cada rincón de sus cuerpos.

      Shuuichi estaba sobre Morgana, observando extasiado la belleza que encerraba el cuerpo de la joven. Formas armoniosas y suaves, un rostro de rasgos dulces, adornados con una pizca de carmín. No sólo descubrió su cuerpo a golpe de vista, también con el tacto y con el gusto, dejando que sus sentidos se embriagaran de ella. Su cuello, sus hombros, sus pechos, sus piernas… todo iba sumergiéndolo en un suave frenesí que aceleraba un poco más a cada paso, alentado por los suspiros que escapaban de la boca de la joven británica.

      La visión que ocupaba sus ojos se le hacía muy hermosa. La piel del japonés era casi nívea a la luz de la luna. Sentía que sus ojos se le clavaban en la piel, pero no tenía de qué quejarse. Ella estaba haciendo lo mismo. Cuerpo joven, moldeado por el ejercicio en su justa medida, con un rostro tierno enmarcado con una sedosa melena castaña oscura. Sentir como recorría su cuerpo era la sensación más maravillosa del mundo. Sus manos y sus labios, tan cálidos, le hacían sentirse querida y deseada, mientras el placer que sentía abría de par en par las puertas, para poder vagar libremente por su ser. Las manos de la joven no sabían estarse quietas, recorriendo la espalda, los pectorales, allí donde alcanzaran, dejando cálidas caricias a su paso, evitando cierta zona, con una mezcla entre pudor y astucia, dejando que el japonés fuera estando un poco más ansioso.

      El tener unas manos recorriendo su cuerpo era un buen estímulo. Las notaba curiosas, traviesas, tentadoras, haciéndose desear… Shuuichi decidió hacer una parada larga en su viaje en los pechos de Morgana, regalándole suaves caricias, lamiendo sus pezones como si fueran su caramelo preferido. Saboreando con calma, aunque todo su cuerpo estuviera gritando que quería ser ya uno con ella. Una de sus manos fue haciendo un suave descenso por el cuerpo de la joven, acariciando sus muslos, para llegar con pasos tímidos a su entrepierna, húmeda y nunca conocida por ningún mortal. La acariciaba con delicadeza, explorando cada rincón con calma, buscando los puntos más sensibles. El cuerpo de la joven respondía de manera muy positiva, gimiendo algo más fuerte cada vez que acariciaba un punto delicado. Era como música para sus oídos y quería seguir escuchándola, así que centró sus caricias en su clítoris. La haría disfrutar todo lo que pudiera antes de unirse a ella.

      Morgana estaba atrapada en un torrente de sensaciones nuevas, intensas, muy agradables y por ello, algo inquietantes. ¿Qué sería lo siguiente? El joven japonés estaba acertando en puntos muy sensibles, con todas las sensaciones que eso provocaba, excitándola más y más, sacando de su garganta gemidos, que su espalda se arqueara ligeramente al sentir un placer intenso y repentino, como cuando empezó a acariciar su sexo. No pensaba que Shuuichi tuviera experiencia práctica, pero si había leído sobre el tema desde luego que estaba aplicando la teoría de una manera primorosamente efectiva. Se sentía totalmente subyugada a sus caricias, pero era una sumisión tan placentera que no le importaba. Además, le gustaba que fuera él precisamente el primer hombre con quien experimentaría el amor físico. Pero tampoco quería ser sólo ella quien mejor se lo pasara. Simplemente tomó su rostro por el mentón para alzarlo y poder alcanzar sus labios.

- Estás loco si piensas que voy a dejarte hacer todo el trabajo.

      El japonés se sorprendió bastante de las palabras de la peliverde, pero tampoco protestó al ver que le besaba de nuevo y que ahora era ella quien llevaba las riendas, tomándose el tiempo necesario en acariciar su cuerpo, saboreando su piel. Era como si la joven quisiera trazar un mapa de su cuerpo con sus manos y sus labios. Sus manos se detuvieron en su miembro, tocánndolo despacio y con delicadeza primero, subiendo el ritmo a cada momento, encontrando puntos que hacían que Shuuichi gimiera más fuerte e incluso arqueara su espalda. Sus labios viajaban de forma inesperada por la anatomía del muchacho. Sus labios, su cuello, sus hombros, su abdomen… Cualquier sitio parecía bueno para hacer reposo, descubriendo un matiz nuevo en el sabor de su piel. Siguió así un rato hasta que la mano del japonés la detuvo. Cuando volvió el rostro hacia él, se encontró con una mirada y sonrisa tiernas.

- Morgana, quiero ser uno contigo.

      La joven británica sonrió también. Le gustó cómo había sonado esa petición de sus labios. Lo abrazó y acercó sus labios a su oído.

- Shuuichi, quiero que seas uno conmigo.

      A aquellas palabras les siguieron un beso largo y tierno, lleno de confianza en el otro por el paso que iban a dar juntos. El joven se separó un momento de ella para alcanzar sus pantalones y sacar de un bolsillo de su cartera una cajita metálica pequeña, de la que sacó un preservativo. Morgana tenía una, así que no le sorprendió demasiado, y menos tratándose de Shuuichi. Antes de que él dijera nada, la británica estaba ya ayudándole a ponérselo. Cuando estuvo todo listo, el joven japonés besó sus labios mientras ella abría las piernas, dejándole sitio suficiente para que se arrodillara cómodamente.

- Te quiero…

      Tres sílabas que salieron de dos bocas al mismo tiempo, con el mismo tono e intención. Provocando en ambos el mismo conmovedor efecto, reflejado en una sonrisa cómplice. Shuuichi entró de ella despacio, procurando no hacerle daño. La cosa parecía ir bien porque, salvo al principio, la joven no dio muestras de molestia alguna. Cuando estuvo totalmente dentro de ella la abrazó, esperando su permiso para continuar, besando su cuello para hacer más amena la espera.

      Al principio le dolía, pero hizo lo que pudo para que se notara lo mínimo posible, porque sino su amor se preocuparía demasiado. Sabía que su cuerpo se terminaría acostumbrando. El abrazo y los besos realmente ayudaban a que se fuera centrando cada vez menos en el dolor. Lo tomó del mentón para darle un beso y permiso para comenzar.

      Pronto el placer los invadió a ambos, quebrando sus voces y atrapando sus mentes en un torbellino de placer del que ninguno de los dos quería salir, percibiendo cada movimiento del otro, su calor, cada pequeño matiz que volvía único cada instante de aquella unión… Al terminar, se quedaron tranquilamente abrazados un rato, en un amoroso silencio que sólo se rompía con el latido de sus corazones, ahora ya latiendo como uno solo, al mismo compás, deseando que siguieran así toda la vida.

FIN

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